El Sentido del Olfato y su Conexión con la Salud.
Los sentidos, además de proveernos información sobre el mundo que nos rodea, son una importante fuente de placer. Los seres humanos hemos evolucionado acompañados del sonido del mar y del viento, viendo las estrellas, el sol y la luna, sintiendo sobre nuestra piel la caricia de otros seres humanos, gustando del sabor de los alimentos y sintiendo el aroma de las flores.
Aunque muchas veces no le prestamos gran atención, el sentido del olfato es particularmente poderoso. La gran importancia del olfato en la vida del ser humano. Desde pequeño, el hombre aprende a distinguir los diversos aromas y los clasifica como olores buenos y olores malos. Posteriormente, en situación de debilidad física, o hasta de enfermedad, es posible a través del olfato procurarse la curación, utilizando las esencias aromáticas o los aceites esenciales, que contienen substancias altamente benéficas para el tratamiento de diversas afecciones.
Y es que según se ha descubierto posteriormente el sentido del olfato está conectado directamente al sistema límbico la parte del cerebro humano que controla las emociones y que también posee importantes funciones relacionadas con la memoria.
Percibimos un olor cuando unas moléculas aromáticas penetran la cavidad nasal estimulan los terminales nerviosos encargados de detectar olores. Estos terminales convierten el influjo de moléculas aromáticas en impulsos nerviosos y los envían al sistema límbico en donde, dependiendo de qué tipo de aroma se trate, provocan diversos tipos de reacciones emotivas y estimulan recuerdos. Estudios recientes confirman que los olores que percibimos tienen un impacto significativo sobre nuestro estado anímico.
El olfato y las emociones
Todas las personas responden emotivamente a los olores. Por otra parte, la importancia del sentido del olfato puede verse en las observaciones hechas por el Dr. Alan Hirsch, neurólogo radicado en Chicago que encontró que los pacientes que habían perdido el sentido del olfato también presentaban un alza significativa en problemas tales como depresión y ansiedad. Se han llevado a cabo diversos estudios en los que se ha encontrado que algunos aromas pueden calmar la sensación claustrofóbica que sienten algunas personas en elevadores o cuando son sometidas a tratamientos médicos en los que tienen que estar un buen rato en el interior de una máquina. Se ha estudiado también cómo ciertos aromas pueden mejorar la productividad en el trabajo.
La utilidad de la aromaterapia a través del olfato también ha sido demostrada científicamente, por medio de numerosos estudios. Debe considerarse la vía olfativa como una doble vía, ya que, además de su incidencia a través del olfato propiamente dicho, las moléculas inhaladas recorrerán el sistema respiratorio, afectándolo, y acabarán alcanzando el torrente sanguíneo, que las distribuirá por el organismo.
“Algunas investigaciones sugieren que perder el sentido del olfato puede ser el inicio de problemas de memoria y enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson”, dice McGann. “Una esperanza es que el mundo médico comience a entender la importancia del olfato y del gran problema que supone perderlo “.
Muchas personas encuentran los aceites esenciales útiles para el manejo del estrés y para la relajación. Las fragancias están fuertemente conectadas a nuestras emociones y recuerdos pues nuestros receptores olfativos se encuentran junto a los centros emocionales en el cerebro, la amígdala y el hipocampo.
Los investigadores creen que ciertas fragancias pueden ayudar a desencadenar sentimientos de calma o de paz, lo que resulta en la reducción general del estrés y la sanación. Otros aceites pueden interactuar con ciertas hormonas, neurotransmisores, o enzimas, resultando en un cambio específico a la química de nuestro cuerpo.
El olfato y la Psique. Los olores nos rodean constantemente. Podemos tapar los otros canales sensoriales, pero no podemos dejar de respirar. Los diferentes olores actúan provocando efectos profundos en nuestro comportamiento, estado de ánimo y funcionamiento del cuerpo. Durante nuestra vida va cambiando el grado con que usamos el sentido del olfato:
– Los bebés dependen básicamente de su olfato para buscar el sustento, porque pueden detectar las feromonas que secretan los pechos de su madre, así como el olor de la leche materna.
– En la primera infancia se reacciona espontáneamente a los olores. Hay estudios que indican que los niños con buen olfato son más inteligentes. En esta etapa no son capaces de discernir entre olores buenos y malos, este concepto lo adquieren con el aprendizaje.
-A partir de los 20 años el sentido del olfato se hace más complejo. Es cuando se manifiestan las preferencias y las aversiones individuales hacia diferentes olores. Esta individualidad tiene un importante papel en la determinación de las personas que nos atraen, del ambiente que nos proporciona felicidad, etc.
Los aromas tienen el poder directo de desencadenar recuerdos, no sólo imágenes de los acontecimientos pasados sino también las emociones que se sintieron en esos momentos.
Algunos autores piensan que si una persona aumenta su conciencia de los olores suele ser un indicio de que mejora su bienestar psicológico.
Las feromonas
Es a partir del descubrimiento de las feromonas que se estudia la transmisión de la excitación: los seres humanos, al igual que los animales, producimos unas sustancias sodoríferas denominadas feromonas (del griego pherein = llevar, y hormon = excitar). Las podríamos definir como sustancias olorosas que contienen informaciones, lenguajes y mensajes para la comunicación de las especies. La composición química de las feromonas humanas es semejante a las hormonas secretadas por las glándulas endocrinas. Están producidas por las glándulas apocrinas, localizadas inmediatamente debajo de la piel, sobre todo alrededor de los pechos, en las axilas y en las zonas genital y anal.
Todos producimos feromonas, las cuales son liberadas en el aire, y son detectadas por las demás personas y también por los animales, y generalmente no somos conscientes de la influencia que pueden ejercer sobre nosotros.
Históricamente, el sentido del olfato era uno de los principales componentes del comportamiento y de la propia supervivencia. Pero hoy en día ni siquiera advertimos que el olfato es uno de los medios más sutiles de comunicación que poseemos. Cuando los niños nacen nadie es consciente de su enorme potencial olfativo, usan este sentido para reconocer a su madre y la seguridad que ella representa. Es el único sentido que conserva toda su agudeza durante las 24 horas del día.
Funcionamiento del sentido del olfato.
Las células especializadas que se hallan en la cavidad nasal reciben los estímulos procedentes de las partículas odoríferas transportadas por el aire, los nervios olfatorios transmiten los estímulos al cerebro, donde las señales pasan a lo largo del tracto olfatorio hacia varias zonas del cerebro, y las células nerviosas de los lóbulos temporales del cerebro (parte del prosencéfalo o cerebro anterior) interpretan los estímulos.
La nariz, protuberancia del olfato, está formada por el cartílago nasal. Las células sensoriales recogen el estímulo y lo transmiten directamente a una parte periférica del cerebro denominada bulbo olfatorio (hay dos) a través de las fibras nerviosas, desde donde parten hacia distintas partes del cerebro, el cordón del nervio propiamente dicho. La mayoría de las rutas nerviosas asociadas con el olfato terminan en las regiones centrales del cerebro, el rinencéfalo, que desde el punto de vista evolucionista, pertenece a las estructuras cerebrales más antiguas de los vertebrados. Estas son las partes principalmente responsables de nuestras emociones básicas y de nuestro comportamiento sexual. Forma parte de lo que llamamos inconsciente individual, y éste formará parte del inconsciente colectivo, y por lo tanto, lo nutrirá y será constantemente influido por él.
La información llega a la corteza cerebral haciendo llegar su mensaje al sistema límbico, formado por núcleos cerebrales y zonas corticoidales ligadas en su totalidad entre sí. Su función es la de asegurar la supervivencia y el mantenimiento de la especie (sexualidad). Además, interviene en la nutrición, defensa y ataque. Este centro se llama también centro sensible, y es el que coordina el comportamiento emocional y los impulsos condicionados por los sentimientos y estímulos.
Algunas conexiones se establecen con la parte externa del cerebro, el córtex. Esta región del cerebro se desarrolló más tarde y es responsable de procesos de pensamiento más elevados.
El mensaje aromático atraviesa la corteza rinoencefálica a través de los neurotransmisores sensoriales. Llega al hipotálamo, que es el que regula la secreción de hormonas y las glándulas de secreción interna: la tiroides y las suprarrenales.
Por último, la vía de retorno van a impedir que los estímulos de secreción entrantes no hiperexciten nuestra capacidad olfativa. El SNC y la síntesis de hormonas son el control del ser humano. Es el verdadero equilibrio.
El órgano olfativo en el hombre parece poco desarrollado comparado con el de los animales, en los que puede ser ente diez y mil veces mayor. Nuestro olfato es 10.000 veces más sensible que el sentido del gusto, y como sus células nerviosas son ramificaciones del cerebro, la información se transmite muy rápidamente, mientras que la percepción de sabor, sonido y tacto es mucho menos directa. Somos capaces de reconocer hasta 4.000 fragancias diferentes y una nariz muy sensible estaría en condiciones de identificar hasta 10.000. La pérdida del olfato se denomina anosmia. Todas las personas son anósmicas para algunos olores. Hay algunas sustancias a las que el 20% de la población no es sensible